Los siete vascos de El Álamo del Pacifico. La Batalla de Wake, 1941
“Si tenemos nuestro propio porqué en la vida, podemos soportar casi cualquier cómo” (Friedrich Nietzsche, El ocaso de los ídolos, 1889).
La Operación Arcoíris 5
La escalada de tensiones entre Japón y Estados Unidos (EEUU) durante la década de 1930, puso el foco de atención en el Océano Pacifico, y principalmente en la débil defensa de las Islas Hawái ante un potencial ataque enemigo. El gobierno estadounidense diseñó la “Operación Rainbow 5” (Operación Arcoíris 5) con el objetivo de defender el flanco oeste y suroeste de Hawái, a través de la construcción de bases militares en cinco islas: Wake, Midway, Johnston, Palmira y Samoa. Sin embargo, el plan llegó demasiado tarde.
En enero de 1941, un consorcio de firmas civiles llamado Contratistas de las Bases Aéreas Navales del Pacifico inició la construcción de instalaciones militares estadounidenses en la Isla Wake. Situada al oeste del Océano Pacifico, Wake, con dos pequeñas isletas (Peale y Wilkes), es considerada una de las islas más aisladas del mundo. Se encuentra a 3.700 km. al oeste de Honolulú, Hawái, y a unos 3.200 de Tokio, Japón. Fue formalmente reclamada por EEUU en 1899 como un atolón estratégico (deshabitado por aquel entonces) para el repostaje marítimo, militar y mercante.
Situación geográfica de la isla coralina Wake, entre el archipiélago filipino y el hawaiano.
Fuente: https://www.ibiblio.org/hyperwar/USMC/Wake/maps/USMC-M-Wake-0.gif
Una de las principales empresas constructoras en Wake, si no la principal, era la Compañía de Ingeniera Civil Morrison-Knudsen con sede en la entonces pequeña localidad de Boise (Idaho), la cual tenía unos 26.000 habitantes y una importante población de origen vasco desde el último tercio del siglo XIX. En agosto de 1941 se estableció de manera permanente la primera guarnición militar en la isla. Se trataba de 399 marines del 1º Batallón de defensa, 50 del escuadrón de combate del cuerpo de marines (VMF-211), 68 de la armada, y 5 del ejército.
Para diciembre, el consorcio contaba con más de 1.100 trabajadores de la construcción en Wake. Unos 230 procedían de Idaho. Entre ellos siete jóvenes vasco-americanos: George Joseph Acordagoitia, Ignacio Frank Arambarri, Joseph Goicoechea, Angel Madarieta, Joseph Mendiola, Richard Joseph Pagoaga, y Robert Lemoyne Yriberry. De padres vizcaínos a excepción de Pagoaga, de padre guipuzcoano y madre nacida en Boise (de padres a su vez vizcaínos), e Yriberry, de padre labortano y madre estadounidense. Los progenitores vascos habían llegado al país entre 1899 y 1920, aunque la mayoría lo habían hecho durante la primera década del S. XX. Los 120 dólares mensuales más alojamiento y comida eran incentivos más que atractivos para los trabajadores más jóvenes. Por aquel entonces los trabajos buenos escaseaban a lo que sumaban sus ganas de aventura y de conocer el mundo. “Para los jóvenes fue el paraíso”, recordaba Joseph Goicoechea Zatica[1]. Nacido en Jordan Valley, Oregón, en 1921, tenía 20 años en aquel momento. Goicoechea con un grupo de sus mejores amigos, entre ellos George Rosandick, Murray Kidd, y Richard Pagoaga Yribar, quién había nacido en Boise en 1922, decidieron probar suerte y solicitar el trabajo para Wake. Una isla de la que no habían oído hablar antes, como confesarán años más tarde. Con 19 años Pagoaga era el más joven de los vasco-americanos de Wake. Pronto ese paraíso se tornó en una pesadilla.
De izquierda a derecha, el grupo de amigos de la infancia, Murray Kidd, George Rosandick, Joseph Goicoechea
y Richard Pagoaga. (Cortesía de la familia Pagoaga).
La Batalla de Wake
El Imperio del Sol Naciente lanzó un ataque simultaneo a Pearl Harbor, Hawái (el 7 de diciembre), y a la entonces casi desconocida Wake, durante su mediodía del 8 de diciembre. Téngase en cuenta que Wake se encuentra al oeste de la línea internacional de cambio de fecha. Pearl Harbor había sido atacado cinco horas antes que Wake. Los bombarderos japoneses provenían de las bases de Kwajalein, en las Islas Marshall. El ataque a Pearl Harbor fue el detonante que provocó que EEUU entrase de lleno en la Segunda Guerra Mundial (SGM).
Situación de las defensas norteamericanas en la Isla Wake ante la invasión japonesa.
Fuente: http://maximietteita.blogspot.com/2017/01/battle-of-wake-island.html
Después de los primeros ataques aéreos más de 185 trabajadores se ofrecieron voluntarios para luchar junto a los marines, y alrededor de otros 250 trabajadores los ayudaron con otras tareas. Goicoechea fue reclutado en el fragor de la batalla. Tenía entrenamiento y experiencia militar. Había participado en los Cuerpos de Formación de Oficiales en la Reserva, y siendo menor de edad con 17 años, previa falsificación de la firma de su padre se alistó en la 116ª Compañía de Caballería de la Guardia Nacional de Idaho. Goicoechea resultó herido de gravedad en las primeras acometidas japonesas. Aun así, continuó ayudando a los marines a mover constantemente las piezas de artillería para evitar ser alcanzadas por los bombardeos. Tenía tan solo 20 años. “Estaba asustado; nunca lo superas […] La primera noche fue la peor noche de mi vida. Estaba temblando y no sabía qué demonios estaba pasando. Se podía ver que los hombres mayores estaban tan asustados como yo. Solía escuchar a muchos chicos rezar”, rememorará Goicoechea años más tarde[2].
El mayor de los vasco-americanos de Wake, Robert Yriberry Howard no tuvo tanta suerte. Nacido en Council, Idaho, en 1914, dedicó su vida a la construcción. Desde 1937 trabajó en Honolulú para la Compañía Remington Rand siendo transferido más adelante al consorcio de Contratistas de las Bases Aéreas Navales del Pacifico. Yriberry fue el primer vasco en llegar a la isla, lo hizo en octubre de 1940. Era el “valioso” secretario del superintendente general de Morrison-Knudsen, Nathan Daniel Teters, encargado de los trabajadores de Wake, quién también sería capturado como el resto de los habitantes de la isla. Yriberry murió el 9 de diciembre de 19, a los 27 años, durante un ataque aéreo que destruyó de forma deliberada el hospital donde se encontraba al haber “recibido heridas de metralla en el primer ataque”[3]. Yriberry está enterrado en el Cementerio Nacional Memorial del Pacífico, en Honolulú. Es probablemente una de las primeras, si no la primera víctima mortal (tanto civil como militar) vasco-americana de la Segunda Guerra Mundial.
La noticia del fallecimiento de Robert Yriberry no se conoció hasta un mes y medio más tarde. Aunque la prensa local estimó su muerte el 24 de diciembre, ésta ocurrió el día 9 según testigos (Spokane Chronicle. Spokane, Washington, 23 de enero de1942. Pág. 15).
El primer intento de invasión por parte de las tropas japonesas se produjo el 11 de diciembre, siendo repelido exitosamente por las escasas fuerzas norteamericanas. Era el primer ataque anfibio sobre un territorio bajo dominio de EEUU durante la SGM. El primero sobre territorio estadounidense se producirá en las Aleutianas de Alaska seis meses más tarde, y en la que hubo una significativa participación vasco-americana.
Mientras tanto, Japón había ocupado Filipinas, Guam y las Islas Gilbert, entre los días 8 y 10 de diciembre, tomando como prisioneros a 400 trabajadores de la construcción en Guam. La Operación Arcoíris 5 había fracasado. Entre los apresados en Guam se encontraba el Obispo de la Orden Capuchina de Navarra, Miguel Ángel Urteaga Olano, “León de Alzo”, cabeza de la Iglesia Católica en la isla desde 1934. Nacido el 29 de septiembre de 1891 en Alzo, Gipuzkoa, había llegado a Guam en 1918. Al igual que el resto de los prisioneros fue enviado a Japón el 10 de enero de 1942. Sin embargo, fue liberado bajo protección del Gobierno de España y residió primero con los Jesuitas españoles de Tokio y posteriormente viajó a Goa y a Bombay, regresando a Guam, tras su liberación, el 21 de marzo de 1945. Enviado a Manila, se retiró en 1960 en San Sebastián-Donostia. Falleció el 21 de mayo de 1970 durante su última visita a Guam, donde fue enterrado[4].
El siguiente desembarco en Wake fue el 23 de diciembre, siendo imposible contenerlo. Wake se encontraba aislada por mar y aire y no pudo recibir ni soldados ni suministros para repeler la invasión. Los defensores, bajo el mando del mayor James Patrick Sinnot Devereaux, finalmente capitularon y la isla fue ocupada. Se había escrito un nuevo capítulo épico en la historia estadounidense, llegando a compararla con aquellos que resistieron hasta su fin en El Álamo[5]. A diferencia de la batalla de Texas, 105 años antes, si hubo supervivientes, pero como veremos sus destinos se convertirán en un auténtico purgatorio. Ante el ataque a Pearl Harbor, la defensa de Wake fue una inyección de moral para la abatida sociedad americana. Se convirtió en el primer revés militar para la Armada Imperial japonesa en cuyos planes la toma de un pequeño atolón en mitad del Pacífico no debería haber supuesto problema alguno. Rápidamente, la maquinaria cinematográfica de Hollywood se puso a trabajar en lo que se convertirá la primera película de combate de la SGM de la mano de la Paramount, con un claro perfil propagandista. El 11 de agosto de 1942, se estrenaba “Wake Island” del director John Farrow en la base del Cuerpo de Marines de San Diego, California. Mientras tanto, para el gran público el paradero de los supervivientes de la Batalla de Wake seguía siendo una incógnita.
Poster anunciador de la película “Wake Island”, bajo el lema de “América nunca perdonará”. Esta película inició todo un género cinematográfico que aunaba lo bélico y la propaganda como arma política.
Los japoneses habían perdido en combate unos 1.000 soldados, resultando heridos más de 300. Los defensores perdieron un centenar de militares y civiles entre estadounidenses y guameños –trabajadores de la compañía aérea Pan American Airways, la cual había construido un pequeño pueblo con un hotel. Posteriormente, los japoneses acuartelaron a más de 4.000 soldados en la isla y erigieron grandes fortificaciones para protegerlos de cualquier represalia por la ocupación.
Todos a excepción de 98 trabajadores cualificados fueron evacuados de Wake. Estos 98 quedaron en la isla para operar la maquinaria necesaria en su afán de fortificarla. Sin embargo, la respuesta americana no fue la de recuperar la isla, si no la de bloquearla, provocando la falta de suministros, y el hambre entre las tropas japonesas. A esto se sumaron los constantes e intensos bombardeos aéreos y marítimos desde febrero de 1942, pasando a ser los primeros y más importantes en la guerra del Pacifico. Entre el 5 y el 7 de octubre de 1943, las bases japonesas de Wake fueron totalmente destruidas por la mayor concentración de portaviones estadounidenses en la historia de la guerra naval. El alférez de aviación Pablo “Paul” Bilbao Bengoechea, nacido en 1917 en Boise, de padres vizcaínos, se encontraba a bordo del USS Lexington, uno de los portaviones participantes en el ataque. La acometida militar tuvo unas consecuencias imprevisibles. Ante lo que pensaban los japoneses que era una inminente invasión, ejecutaron a los 98 estadounidenses el día 7.
[1] Garber, Virginia S. “Survivors remember Wake Island”. The Times-News (Twin Falls, Idaho, 17 de septiembre de 1995. Pág. 9).
[2] Citado en Wukovits, John (2003). Pacific Alamo: The Battle for Wake Island. New Amer Library.
[3] Gilbert, Bonita. (2012). Building for War: The Epic Saga of the Civilian Contractors and Marines of Wake Island in World War II. Casemate Editor. Pág. 215.
[4] Sinajaña, Eric (2001). Historia de la Misión de Guam de los Capuchinos Españoles. Pamplona: Curia Provincial de Capuchinos.
[5] Véase, por ejemplo, Wukovits, John (2003). Pacific Alamo: The Battle for Wake Island. New Amer Library.
La evacuación de Wake
Tras la ocupación japonesa de la Isla Wake el 23 de diciembre de 1941, tanto militares como civiles fueron hechos prisioneros de guerra sin distinción alguna, dando comienzo a un tratamiento inhumano que continuará a lo largo de toda la guerra. El hijo de Joseph Goicoechea Zatica, Dan, recuerda como su padre “fue golpeado tan fuerte con la culata de un rifle que se le salió el ojo de la cabeza […] Se desangró de los ojos y oídos y nadie podía creer que estaba vivo”[1]. Contra todo pronóstico sobrevivió.
Los prisioneros fueron trasladados al barco mercante Nitta Maru el 12 de enero de 1942. La crueldad no se hizo esperar. A bordo los japoneses torturaron, ejecutaron y desmembraron a varios marines norteamericanos. El barco prosiguió su rumbo hacia Yokohama, Japón, y desde allí al campo de prisioneros de guerra Woosung, un área suburbana en Shanghái, China. Tristemente pasaron a ser de los primeros prisioneros de guerra (militares y civiles) estadounidenses de la SGM, y entre estos nuestros protagonistas vascos. Las familias no recibieron noticias de ellos durante años. Por ejemplo, la familia de George Acordagoitia Mallea, nacido en 1918, en Jordan Valley, Oregón, recibió su primera carta en enero de 1945, en el que se decía que se encontraba con buena salud. (Quizás sea necesario mencionar que las cartas debían de pasar el filtro de los censores japoneses). La carta estaba fechada el 2 de agosto de 1944. De manera similar a la familia de Joseph (Laucirica) Mendiola, nacido en Ogden, Utah, en 1917, le fue entregada una primera carta en mayo de 1945. La carta estaba fechada el 10 de septiembre de 1944, en ella Mendiola escribió, “estoy bien y espero regresar algún día”[2].
Fotografía de Joseph Mendiola, uno de los héroes vascos de la Batalla de Wake.
(The Times-News. Twin Falls, Idaho, 23 de septiembre de 1945).
La angustia en las familias y en la comunidad vasca de Boise era evidente. La madre de Goicoechea, Eladia Zatica Uriate (nacida en Ispaster en 1891), inició diariamente una peregrinación descalza, llevando una vela encendida desde su casa a una pequeña iglesia católica en el centro de Boise para asistir a misa a las 5 de la mañana. Según comenta su nieto Dan Goicoechea, “ella sabía qué si la vela no se apagaba, él estaba vivo. No me digas que mi hijo está muerto [le espetaba a la gente]. Una madre sabe cuándo su hijo está muerto”[3].
Prisioneros en campos en China y Japón
En diciembre de 1942, los supervivientes de Wake fueron trasladados a otro campo de prisioneros de guerra de Shanghái, en Kiangwan. Pasaron un invierno escalofriante en ropa tropical, y en el caso de algunos como Goicoechea, sin zapatos. En agosto de 1943, más de 500 hombres fueron enviados a Japón y obligados a trabajar en el esfuerzo de guerra nipón. Ignacio Arambarri Alberdi nacido en 1917 en Gooding, Idaho, tenía 24 años cuando fue hecho prisionero. Fue enviado a la mina de carbón de Fukuoka-Kashii, en la isla japonesa de Kyushu, reconvertida en un campo de prisioneros. El 20 de diciembre de 1943, el Departamento de la Armada de EEUU en Washington notificó oficialmente a la madre de Arambarri su paradero en Japón. Allí fue forzado a trabajar diez horas al día, bajo el maltrato de sus captores, hasta su liberación el 15 de octubre de 1945 por parte de las tropas americanas.
En Fukuoka-Kashii Arambarri coincidió con el cabo del 31º Regimiento de Infantería, Manuel Eneriz Arista, nacido en Santa Clara, California, en 1920, de padre navarro y madre andaluza. Eneriz había sido hecho prisionero durante la invasión japonesa a Filipinas y tras haber sobrevivido a la infame “Marcha de la Muerte de Bataán” fue enviado a Japón. Durante su cautiverio, a una distancia de 48 kilómetros de distancia de Nagasaki, Arambarri y Eneriz fueron testigos de cómo la bomba atómica golpeó la ciudad el 9 de agosto de 1945. Eneriz falleció en 2001, a la edad de 81 años en Camarillo, California.
Fotografía de Ignacio Arambarri, testigo de la detonación de la bomba atómica contra Nagasaki.
(The Times-News. Twin Falls, Idaho, 10 de noviembre de 2001. Pág. 6).
La mayoría de los prisioneros de guerra restantes permanecieron durante tres años en varios campamentos de prisioneros de guerra en Shanghái. Entre ellos estaban, Mendiola y Angel Madarieta Osa, nacido en Boise en 1921. Tenía tan solo 20 años cuando cayó prisionero en la isla.
Acordagoitia y Joseph Pagoaga Yribar estuvieron internados juntos en el campo principal de Osaka, Japón (conocido también como Chikko, Osaka 34-135) hasta su destrucción el 1 de junio de 1945 en un bombardeo incendiario por parte de las super-fortalezas volantes estadounidenses “B-29”. Acordagoitia y Pagoaga, junto al resto de prisioneros, fueron entonces trasladados al campo de Tsumori y de allí a Kita-Fukuzaki. En el puerto de Osaka realizaron trabajos forzados, cargando y descargando barcos.
Fotografía de George Acordagoitia tomada del anuario del Instituto de Boise en 1937, donde estudió.
Cuatro años más tarde el destino cambiaría su vida drásticamente.
En la primavera de 1945, la mayoría de los supervivientes de Wake fueron llevados a varios campos de prisioneros de guerra para trabajar en minas de carbón en el norte de la Isla Hokkaido en Japón.
El último campo de prisioneros en el que estuvo retenido Goicoechea fue el Campo de Área 1 (Kawasaki), en la zona de la Bahía de Tokio. Al final de su cautiverio, según relata su hijo Dan, la pierna de su padre recibió un corte de espada y se infectó. “Uno de los médicos japoneses pasó de contrabando sulfamidas a mi padre para tratar de mantenerlo con vida”. Mientras tanto, otros prisioneros robaron comida para compartir con Goicoechea. Los japoneses se enteraron. “Mi padre fue golpeado durante tres días y nunca dio sus nombres”[4]. Goicoechea fue repatriado después de 46 meses de cautiverio vía Filipinas. Recibió el Corazón Púrpura por las heridas recibidas durante el combate en la Isla Wake.
El tiempo total de encarcelamiento de los prisioneros de Wake fue de 44 a 46 (3 años y de 6 a 8 meses). Madarieta, por ejemplo, estuvo cautivo durante 44 meses y Mendiola fue repatriado en septiembre de 1945. Recibió atención médica en el hospital de la flota en Guam camino a casa, vía San Francisco, California, en octubre de 1945.
Los prisioneros de Wake fueron brutalmente golpeados, muertos de hambre, torturados y forzados a realizar trabajos esclavos dentro de las fábricas e industrias de guerra de Japón. Muchos murieron de disentería y malaria, entre otras enfermedades. Se estima que unos 250 del más del millar de empleados civiles murieron en los barcos de transporte o en los campos de trabajos forzados.
Veteranos de guerra
Wake se mantuvo bajo posesión japonesa hasta el 4 de septiembre de 1945, dos días después de la capitulación del Imperio nipón. La guarnición japonesa contaba con 2.200 efectivos. Unos 1.600 japoneses hallaron la muerte en la Isla Wake durante la guerra. Unos 600 murieron en los ataques aéreos, mientras la mayoría pereció de hambre. El contraalmirante Shigematsu Sakaibara y el teniente comandante Shoichi Tachibana de la Armada Imperial fueron sentenciados a muerte por los crímenes de guerra cometidos bajo sus órdenes en Wake. Sakaibara fue ahorcado en Guam en 1947. La pena de muerte de Tachibana fue conmutada por una condena a prisión de por vida.
En 1981, los defensores civiles de Wake recibieron el estatus de veteranos de la Armada de EEUU, siendo considerados elegibles para los beneficios de veteranos de guerra al igual que sus compatriotas en las fuerzas armadas. En 1988, se erigió un monumento conmemorativo, el “Harry Morrison y Memorial de la Construcción Civil”, dedicada a su memoria. Tal y como recuerda el hijo de Pagoaga, Richard, “todos sus compañeros prisioneros de guerra formaron un vínculo de por vida y mantuvieron rees anuales hasta su final”[5]. Goicoechea y Pagoaga, juntos a sus inseparables amigos Murray Kidd y George Rosandick, se unieron a los Supervivientes de la Isla Wake, en la ceremonia que tuvo lugar durante la inauguración del monumento de 1988. En el viaje les acompañó el hermano de Pagoaga, Albert Pagoaga, un veterano del Cuerpo de Marines de la SGM.
A pesar del sufrimiento que padecieron durante casi cuatro interminables y crueles años, los vascos supervivientes de Wake tuvieron una longeva y plena vida. Encontraron su porqué en la vida y se forjaron un cómo para sobrevivir. George Acordagoitia que falleció el más joven lo hizo con 65 años. Joseph Mendiola murió a los 76 años, Ignacio Arambarri a los 84, Angel Madarieta a la edad de 88, y los dos amigos inseparables, Richard Pagoaga y Joseph Goicoechea, murieron, uno seguido del otro en 2015 y 2016, a los 93 y 95 años, respectivamente. Goicoechea fue el último superviviente vasco de la Batalla de Wake, y uno de los últimos del país. Fueron los primeros héroes anónimos en una guerra atroz, sin precedentes, que arrasó el mundo conocido, estableciendo un nuevo orden internacional, que perdura, en cierta manera, hasta nuestros días.
[1] En Roberts, Bill. (10 de enero de 2017). “‘No one could believe he was alive.’ Boisean survived WWII capture on Wake Island”. Idaho Statesman (Boise, Idaho).
[2] The Times-News (Twin Falls, Idaho, 27 de mayo de 1945. Pág. 6).
[3] En Roberts, Bill. (10 de enero de 2017). “‘No one could believe he was alive.’ Boisean survived WWII capture on Wake Island”. Idaho Statesman (Boise, Idaho).
[4] En Roberts, Bill. (10 de enero de 2017). “‘No one could believe he was alive.’ Boisean survived WWII capture on Wake Island”. Idaho Statesman (Boise, Idaho).
[5] Citado en el obituario de Richard Pagoaga, escrito por su hijo Richard Jr. Pagoaga.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Pedro J. Oiarzabal y Guillermo Tabernilla son los investigadores principales del proyecto de investigación “Fighting Basques: Memoria vasca de la Segunda Guerra Mundial” de la Asociación Sancho de Beurko Elkartea en colaboración con la federación de Organizaciones Vascas de Norte América (NABO). El presente artículo deriva del proyecto “Fighting Basques”.
Oiarzabal es Doctor en Ciencias Políticas-Estudios Vascos por la Universidad de Nevada, Reno (EEUU). Desde hace dos décadas su trabajo se ha centrado en la investigación y consultoría sobre políticas públicas (ciudadanía en el exterior y retorno), diásporas y nuevas tecnologías, y memoria social e histórica (historia oral, migración y exilio), con especial énfasis en el caso vasco. Es socio de Eusko Ikaskuntza.
Tabernilla es investigador y fundador de la Asociación Sancho de Beurko, una organización sin ánimo de lucro que estudia la historia de los vascos de ambas vertientes de los Pirineos en la Guerra Civil Española y en la Segunda Guerra Mundial. Entre 2008 y 2016 dirigió el catálogo del “Cinturón de Hierro” para la Dirección de Patrimonio del Gobierno Vasco. Es autor, junto a Ander González, de “Combatientes vascos en la Segunda Guerra Mundial” (Desperta Ferro, 2018).
Comentarios
Publicar un comentario