EN RECUERDO DE JOSÉ MANUEL CASTELLS ARTECHE


Los cuarenta y tres años de andadura de esta Revista Vasca de Administración Pública han obligado en varias ocasiones a referirnos, con reconocimiento y gratitud, a diversas personas con ella relacionadas y que nos dejaban para siempre. Hoy toca volver a hacerlo, pero de una forma especial y con una intensidad destacada, pues se trata de recordar a su principal impulsor y a quien fue su director durante muchos años, José Manuel Castells Arteche.

Nacido en Bilbao (un tanto a su pesar, como solía bromear) en 1943, catedrático de Derecho Administrativo y profesor emérito de la UPV/EHU, falleció el pasado día 19 de octubre (2024) en su querida Donostia-San Sebastián.

Licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra (1966), se doctoró en la Universidad Complutense con premio extraordinario (1971) por su tesis, dirigida por el prof. Eduardo García de Enterría, sobre Las Asociaciones Religiosas en la España Contemporánea. Un estudio jurídico-administrativo. 1767-1965 (publicada con prólogo de Miguel Artola). También estuvo en la Universidad de Zaragoza, con el prof. Lorenzo Martín-Retortillo, que fue quien prologó su pionera obra El derecho de libre desplazamiento y el pasaporte en España (1974). Fue profesor adjunto en la Facultad de Derecho de San Sebastián (entonces dependiente de la Universidad de Valladolid) desde 1974, a donde llegó con el prof. Tomás Ramón Fernández —por quien siempre tuvo especiales respeto, consideración y amistad— y donde también coincidió durante un breve periodo de tiempo con el prof. Jesús Leguina. Obtuvo la cátedra, ya en la UPV/EHU, en 1984, liderando desde entonces —y no solo por su estatus sino, lo que es más destacable, por su indiscutida auctoritas—, un variado grupo de iusadministrativistas. Pero amplió su beneficiosa influencia a profesores de otras áreas que se iniciaban en las lides universitarias, pues ha sido muy común reconocer en la Facultad de Derecho que, a nuestra generación, supo trasmitir los modos y maneras propios de la universidad de aquellos momentos; enseñanzas que tan útiles nos resultarían luego en tantos ámbitos.

Elaboró muy valiosas monografías —entre otras, El Estatuto Vasco. El Estado regional y el proceso estatutario vasco, con prólogo de Adrián Celaya (1976); La Euskadi autónoma y los funcionarios públicos (1980); Reflexiones sobre la autonomía vasca, prologada por Gregorio Monreal (1986); Proceso de construcción y desarrollo de la función pública autonómica, con prólogo de Gurutz Jauregui (segunda edición de 1988); La policía autónoma (1988); o sus Cuestiones finiseculares de las administraciones públicas, también con prólogo de Eduardo García de Enterría (1991)—, así como un gran número de artículos y colaboraciones en obras colectivas, fundamentalmente de índole jurídico-pública, pero también histórica e incluso política. Producción académica de calidad y de cantidad, por la que se ganó un destacado reconocimiento universitario.

Dada su capacidad organizativa y de trabajo, diseñó multitud de jornadas, cursos, seminarios y publicaciones colectivas, muchos de ellos con el respaldo institucional, organizativo y económico del Instituto Vasco de Administración Pública. Lo cual deparó indiscutibles beneficios, pues permitió conocer y aprender de figuras señeras del Derecho, facilitó que quienes iniciábamos el camino universitario tuviéramos oportunidad de participar activamente en reflexiones serias y comprometidas y, finalmente, porque todo ello se solía plasmar en publicaciones que acababan a disposición de todos, enriqueciendo el acervo académico y cultural.

La docencia en la licenciatura no era lo que más le agradaba, probablemente debido a su inveterada timidez, y en algunas ocasiones los alumnos comentaban que iba muy rápido y exigía mucho («el Enterría», ni más ni menos). Pero todo el mundo reconocía que era cumplidor, que no hacía acepción de personas, que los exámenes eran igual de difíciles para todos y que no era displicente con nadie.

En la dirección de tesis doctorales siempre fue muy respetuoso y flexible, aunque en eso también le ayudó no poco el elenco de universitarios que le eligieron como director: Rafael Jiménez Asensio, Demetrio Loperena Rota, José Luis Ávila Oribe, René Santamaría Arinas, Arturo Cajal Valero, Silbia Sarasola Gorriti, Germán Ríos Arias y Eva López Tubía. Sus intervenciones en los numerosos tribunales de doctorado que presidió o de los que formó parte mostraban realmente su variedad de conocimientos, experiencia académica y perspicacia, sorprendiendo gratamente en todas las ocasiones tanto al doctorando como al público presente.

También tuvo una actuación decisiva en la gestión de su universidad, pues en tiempos bien difíciles desempeñó, entre otros cargos, el de Decano de la Facultad de Derecho (en dos momentos diferentes: 1981-1983 y 1987-1993) y el de Secretario General de la UPV/EHU (1984-1987).

En las ya muy lejanas fechas de la preautonomía política, José Manuel Castells ocupó diversos cargos públicos, como el de Diputado Foral en la primera Diputación Foral de Gipuzkoa democrática (1979-1980) y miembro de la primera Comisión Mixta de Transferencias para el País Vasco (1979-1981). Asimismo, desde la Dirección de Administración Local (entonces en la Consejería de Interior) del Consejo General de País Vasco, impulsó la creación del Instituto Vasco de Administración Pública (IVAP) y, poco tiempo más tarde (1981), sería el fundador en su seno de la RVAP, como ya hemos avanzado, lo que merece ahora una atención un poco más detallada.

En efecto, el IVAP ha sido una pieza clave en el entramado institucional de la autonomía vasca y también un elemento decisivo en el estudio de su régimen jurídico-organizativo, facilitando mucho la colaboración entre la universidad y la administración. Hace casi 15 años, en las páginas que dedicábamos a recordar a Javier Berriatua —el primer Director de este organismo autónomo (1983-1985)—, decíamos de él que «tuvo, además, el gran acierto de conectar dos mundos que estaban entonces muy distantes entre sí, como eran el de la Universidad y el de la Administración autonómica. A este respecto su influencia resultó decisiva para que los universitarios no fueran vistos por la Administración como seres ajenos a los problemas reales de la sociedad, movidos solo por sus peculiares y particulares intereses y, por otra parte, para que la Administración «activa» no fuese considerada por los universitarios como algo alejado de la reflexión teórica y a la que solo movía los intereses del corto plazo, que presumiblemente eran la razón de ser de la actividad político-administrativa» (RVAP núm. 87-88, 2010, pág. 17). Pues bien, desde la orilla universitaria, la persona clave de tal fructífera colaboración fue el propio José Manuel Castells y, en lo que ahora más interesa, verdadera alma mater de esta revista, que tuvo como primeros Director, Secretario y Presidente del Consejo de Redacción a R. Martín Mateo, J. M. Castells y J. Berriatua, respectivamente. Poco después, en 1984, José Manuel Castells asumió la dirección de esta revista por un largo periodo de tiempo (1984-2012); y la dirigió con tino, manteniéndose activo en su Consejo de Redacción hasta casi el final. Desde tal dirección facilitó la pluralidad, no solo de visiones y de disciplinas —pues desde el principio estuvo abierta, además de al Derecho Administrativo, lógicamente, al Derecho Constitucional (y, más ampliamente, al Derecho Público e incluso a la Teoría del Derecho) y a diversos aspectos de las organizaciones públicas y de la Ciencia de la Administración—, sino también de orientaciones metodológicas, ideológicas, etc.

Siempre recordaremos su presencia amable y constructiva durante las reuniones del Consejo de Redacción para preparar cada número y también resultan memorables los posteriores momentos, más distendidos, de compartir mesa y mantel, que disfrutaba contagiosamente y donde sobresalían su trato amable y su divertida conversación, plagada de anécdotas y sucesos, en los que muchas veces no tenía reparo en reírse de sí mismo, lo que solo está al alcance de personas muy inteligentes y juiciosas. Dice Bobbio que no se tomó nunca demasiado en serio a sí mismo porque tenía presente la lección de los clásicos: «El trato con los clásicos me ha servido para no hablar ex cátedra, para no subirme a un pedestal, para no incurrir en el vicio, que veo a menudo difundido entre las personas de mi edad, la vanidad» (De senectute, 1997, Taurus, Madrid, pág. 125). No me consta que esto lo hubiese leído el prof. J. M. Castells, pero sí que lo practicó desde mucho antes de la edad a la que se refería el maestro turinés.

Además de la dirección de la RVAP durante casi treinta años, también colaboró incansablemente con ella desde el punto de vista científico, aportando casi cuatro decenas de variadas publicaciones: desde el primer número (en 1981), donde vio la luz su trabajo sobre «El ámbito relacional de las corporaciones locales», hasta la que fue su última publicación académica, en el número 105 (de 2016), sobre «Los mikeletes de Gipuzkoa». Lo que nos depara, curiosamente, un cierto simbolismo, pues se recogen, así, tres de los grandes temas de estudio del prof. J. M. Castells: la administración local, las fuerzas de orden público y la autonomía vasca.

Fue, asimismo, capaz de simultanear su dedicación universitaria con su presencia en diversas entidades, fundamentalmente culturales, como la Sociedad de Estudios Vascos / Eusko Ikaskuntza, donde presidió su sección de Derecho, la Fundación para el Estudio del Derecho Histórico y Autonómico de Vasconia, o su participación en la editorial Erein. Y también desempeñó actividad cuasijurisdiccional, pues fue uno de los siete miembros de la Comisión Arbitral del País Vasco, designado por la Diputación Foral de Gipuzkoa, en dos periodos consecutivos (2002-2011).

Académico de profundo compromiso cívico y con la UPV/EHU, siempre manifestó un talante conciliador, dialogante, sin arrogancia y sabiendo concitar un buen ambiente de trabajo a su alrededor. En mi caso debo confesar que, cuando llegué en el otoño de 1979 a la Facultad de Derecho de San Sebastián, me hizo sitio en su propio despacho, prácticamente sin conocerme de nada; después han sido 45 ininterrumpidos años no solo de aprendizaje de sus muchas cualidades sino también de mutua amistad, siempre desde el respeto recíproco por las diferentes maneras de analizar y de estar en la sociedad que nos ha tocado.

Para él fue muy decisivo el mundo académico, en el que militó toda su vida y donde conoció y admiró a destacados universitarios. Especialmente querida le resultó la «Escuela» de García de Enterría —comenzando por don Eduardo—, en la que a tantos colegas apreciaba y tantos más le apreciaban a él (como he tenido ocasión de comprobarlo personalmente tras su fallecimiento).

Otras personas hablarán con mejor conocimiento de causa sobre su rico mundo familiar, su querida Busturia, su afición por la historia (con especial atracción por las confrontaciones bélicas y las tácticas militares) e incluso su pasión, no sé en qué orden, por la Real Sociedad y por el Zuzen.

Su último año fue muy duro por la enfermedad que había empezado a acosarle bastante tiempo antes, aunque en todo momento estuvo magníficamente atendido, querido y acompañado por Mertxe, Martie, Mikel y Maddalen, así como por sus hermanas y hermanos. Pero, aun en esos momentos de fragilidad física, seguía resultando iluminadora su presencia, nunca quejosa, recibiendo siempre a todos con una sonrisa no forzada y a sus colegas preguntándonos indefectiblemente por «su» facultad y sus antiguos compañeros.

Edorta COBREROS MENDAZONA

Director de la RVAP


Lo que los catalanes están haciendo es lo que hizo Ibarretxe en el año 2004" Jose Manuel Castells EHUKO ZUZENBIDE ADMINISTRATIBOKO IRAKASLEA PROFESOR DE DERECHO ADMI
http://ezagutzendudalako.org/

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