La Desbandá, la mayor tragedia de la Guerra Civil, encerrada políticamente


Fotografía de la ‘desbandá’, de Hazen Sise, ayudante del doctor Bethune, cedidas por Jesús Majada y el Centro Andaluz de la Fotografía.

Publicado En Publico: 06.02.2016 10:14 |




PUBLICO/ DAVID BOLLERO


La masacre de la carreta de Málaga a Almería, conocida como la “Desbandá”, es la gran olvidada de la Guerra Civil española, a pesar de ser la peor matanza vivida durante la contienda. “Los muertos, muertos son, pero mientras que el bombardeo de Guernica, con 250, es conocido internacionalmente, el de la carretera de Almería, con 5.000 asesinados, siempre se ha ocultado porque fue una vergüenza para todos”, afirma el historiador Miguel Alba.

Si en Guernica las bombas fascistas cayeron sobre 5.000 vascos, en la Desbandá más de 150.000 malagueños, en su mayoría mujeres y niños, tuvieron que huir de la ciudad a pie, descalzos incluso, mientras eran bombardeados desde el aire por aviones alemanes e italianos y desde el mar por buques nacionales. Narran las crónicas de la época, según recuerda la historiadora Lourdes Peláez, “cómo los barcos franquistas acompañaban tranquilamente en paralelo y por el flanco derecho la huida de la población, que dejaba atrás Málaga por la única carretera posible, esculpida en la roca encima del mar, mientras los bombardeaba”.

A los 5.000 muertos de aquella huida habría que sumar muchos más en Málaga una vez que cayó el 8 de febrero a manos de los sublevados. “Las informaciones de diarios de la época como El Centinela describen como Málaga ya no era una ciudad, era una carnicería, con mujeres saltando por la ventana, olor a carne quemada o los fascistas tiroteando por las calles indiscriminadamente a gente indefensa”, explica Peláez.A pesar de esta tragedia innegable, incluso ahora que se cumple 79 años de los sucesos, continúa siendo la gran olvidada de la Historia de España, especialmente al norte de Despeñaperros. Alba ofrece la respuesta a esta amnesia histórica: “La Desbandá ha estado políticamente encerrada porque la política siempre quiere llevar a la Historia de la mano. No se ha hablado de esta matanza porque fue una vergüenza para todos, tanto para los fascistas, que fueron los ejecutores, como para la República”.

Carmen Aguilar


El periodista e historiador Antonio Somoza amplía el argumento de Alba, indicando que “Málaga, por su ubicación, era muy fácil de defender, pero la República la abandonó”. Tal y como expone Somoza, la capital malagueña sólo tenía una acceso por carretera y por el resto de los flancos estaba rodeada por mar y montaña, “por lo que con los recursos de entonces no presentaba grandes dificultades para ser defendida”.

Sin embargo, desde Madrid, “la República no terminaba de fiarse de Málaga [conocida como Málaga La Roja], porque había demasiados comunistas y anarquistas y no le prestó el apoyo debido”. Somoza relata cómo ni siquiera envío armas suficientes, de manera que los más de 12.000 milicianos que se quedaron en la ciudad estaban indefensos, con apenas 8.000 fusiles y con escasa munición.

“Málaga cayó como un castillo de naipes”, afirma Somoza, al tiempo que la historiadora Peláez se apoya en crónicas de la guerra del periodista húngaro Arthur Koestler, encarcelado por los franquistas tras la caída de Málaga, para ilustrar cómo “ya el 25 de enero se veía la carnicería en que se convertiría la ciudad, indefensa, con bombardeos iniciándose hacia el 5 de febrero y ni una sola réplica republicana”.
Momento de la Desbandada

79 años después, Málaga Republicana acaba de realizar una reclamación ante el consulado alemán denunciando “los crímenes cometidos por las tropas alemanas, el bombardeo y ametrallamiento de la columna de civiles”, según apunta Máximo de Santos, portavoz de esta organización, que hoy organiza una marcha reivindicativa por la carretera de Málaga a Almería. Una reclamación, por otro lado, que exige al Gobierno español y al ConMÁS INFORMACIÓNgreso que asuman como propia, si bien se antoja más simbólica que efectiva, pues ya en 1979 Alemania se negó a asumir cualquier tipo de reparación por los bombardeos de Guernica por parte de la Legión Cóndor.
“Suelta a la niña y corre”

Dolores García tenía 7 años cuando se unió con su familia a la Desbandá. Hoy, ya con 86 años y un exilio de 40 años en Suiza a sus espaldas, recibe un homenaje en Rincón de la Victoria (apenas a 15 kilómetros de Málaga), que tras cuatros años de Gobierno del Partido Popular, ha retomado ahora con un equipo de Gobierno progresista (PSOE, Ahora Rincón, IU y PA) sus jornadas de Memoria Histórica.
Añadir leyenda
Dolores García con una foto de sus padres




Durante la colocación de una placa conmemorativa por la masacre de la carretera de Málaga a Almería en uno de los túneleAñadir leyendas donde cayó un obús, García ha recibido esta mañana el homenaje como víctima de aquella huida en la que perdió a su familia. “Me quedé dormida, junto a mi madre, porque estaba muy cansada”, recuerda, “y mi padre, mi hermano y mis tíos continuaron caminando, quedando en encontrarnos en Almuñécar”.

Nunca se produjo tal encuentro y desde Almuñécar en adelante, García cuenta cómo “íbamos destapando a los muertos en las cunetas pensando que quizás sería mi padre”, del que finalmente tuvieron noticias de que había llegado a Albacete, donde moriría años después sin que la familia se reagrupara jamás.

Por su parte, Carmen Aguilar tenía 5 años cuando su familia emprendió la huida bajo los bombardeos fascistasMomento de la Desbandada. Los 84 años que tiene ahora han hecho mella en su memoria, pero no lo suficiente para olvidar fragmentos que cuando relata le ponen los ojos vidriosos: “corríamos entre la gente, mi madre conmigo en brazos, y las personas le decían 'tira a la niña, tira a la niña', para que pudiera correr más”.

Aguilar no recuerda muy bien cómo terminaron en Lleida, si fue cogiendo un barco en Valencia, de la que le vienen imágenes de naranjas que devoraban exhaustos por el éxodo, pero lo que no puede olvidar es a su madre, “apartándome la cara constantemente de la cuneta para que no viera a los muertos”, o la noche que “tuvimos que dormir metidas en una calera [donde se elaboraba la cal], mientras seguían cayendo las bombas”.

Tampoco se ha borrado de su memoria cómo durante la travesía hacia Lleida cayó enferma de sarampión y el médico recomendó que no ingiriera ningún alimento por temor a que ello empeorara su estado. Tan al borde de la muerte estaba que sus padres quisieron que al menos comiera algo, sin temor ya a nada que perder. “Mi madre quiso asar una pata de conejo en una estufa y ni siquiera le dio tiempo a recalentarla, estaba tan hambrienta que prácticamente me la comí cruda”, relata. Su estado mejoraría y, desde ese momento y fruto de la promesa de su padre a la Virgen del Carmen si vivía, dejó de llamarse Antonia –como todavía a día de hoy figura en todos los papeles oficiales- y pasó a ser conocida como Carmen.


La carretera de la muerte

La masacre de la carretera de Málaga a Almería cayó en el olvido por ser una vergüenza tanto para el Franquismo como para la República.

El 6 de feLa masacre de la carretera de Málaga a Almería cayó en el olvido por ser una vergüenza tanto para el Franquismo como para la República.brero de 1937 las tropas del general Gonzalo Queipo de Llano entraron en Málaga. Alrededor de 100.000 republicanos huyeron hacia Almería por la ruta de la costa. Fue la llamada 'desbandá'.

ALEJANDRO TORRÚS

"Imaginaos 150.000 hombres, mujeres y niños que huyen en busca de refugio, temerosos del ejército nacionalista del general Queipo de Llano. No hay más que un camino. No hay más vía de escape. La ciudad que buscan es Almería, y hay que andar hasta allí cerca de 200 kilómetros (...) Tienen que caminar mujeres, ancianos y niños... tambaleándose, tropezando, abriéndose los pies en los pedernales polvorientos, mientras que los fasMÁS INFORMACIÓNcistas los bombardean sin piedad desde los aviones y los cañonean desde el mar".

El testimoniMÁS INFORMACIÓNo pertenece a la libreta de anotaciones de Norman Bethune, reputado cirujano pulmonar canadiense que acudió a la Guerra Civil española como voluntario del Socorro Rojo. Su testimonio escrito y las fotos de su ayudante, Hazen Size, es de lo poco se conserva de uno de los episodios más trágicos, y desconocidos, de la Guerra Civil: la llamada desbandá.

El 6 de febrero de 1937 las tropas del general Gonzalo Queipo de Llano llegaron a Málaga. La mayoría de los pueblos de la parte occidental de la provincia ya estaba en manos de Franco, y la única salida que quedaba para los milicianos republicanos, las mujeres, los niños y los ancianos era la ruta de la costa, un camino que hoy se recuerda como "la carretera de la muerte" (la actual N-340).

Por el norte de Málaga llegaban las tropas italianas; por el oeste, el ejército de Queipo de Llano; y por mar, los buques del bando franquista. "Por tierra, mar y aire, las tropas franquistas, apoyadas por italianos y alemanes, atacaron a miles de civiles inocentes", asegura la historiadora de la Universidad de Málaga, Encarna Barranquero, autora del libro Población y Guerra Civil en Málaga: Caída, éxodo y refugio.

Entre 100.000 y 150.000 personas salieron de Málaga hacia Almería por la ruta de la costa. Saber con precisión cuánta gente murió es imposible, aunque algunas fuentes hablan de entre 5.000 y 7.500 personas. Muchos cadáveres acabaron en fosas comunes o se los llevó el río Guadalfeo. "Sólo en la fosa común del cementerio de San Rafael de Málaga ya se han identificado a más de 4.300 víctimas", señala Andrés Fernández, arqueólogo y responsable científico de las investigaciones en el cementerio de San Rafael.

"Los niños llevaban solamente su pantalón y las niñas su vestido ancho, medio desnudos todos bajo el sol... Niños con los bracitos y las piernas enredados en trapos ensangrentados: niños sin zapatos, con los pies hinchados; niños que lloraban desesperados de dolor, de hambre, de cansancio... cuatro días perseguidos por los aviones de los bárbaros fascistas, y cuatro noches de caminar en grupo compacto hombres, mujeres, niños, mulas, burros y cabras, tratando de mantenerse juntas las familias, llamándose por el nombre propio, buscándose en las sombras", prosigue el relato de Bethune.

Una de esas niñas que caminaba junto a su familia es Natalia Montasaroa. Tenía 13 años aquel 7 de febrero de 1937. Hoy, 76 años después, recuerda para Público, con voz temblorosa, lo que vivió durante aquellos días.

"Salimos de Málaga el día 7 a las diez de la noche. Teníamos miedo porque oíamos a Queipo de Llano por la radio, que decía: 'Malagueños, maricones, ponedle pantalones a la luna'. La carretera estaba llena de gente. No se me olvidará nunca una mujer con un niño pequeño en brazos; habían disparado desde el barco un proyectil, y las piedras que saltaron le dieron a la mujer en la cara: ella quedó muerta con el niño en brazos, al que no le pasó nada...", recuerda Natalia, quien en 1937 tenía apenas 13 años.

La familia de Natalia, no obstante, no llegó nunca a Málaga. El ejército italiano los alcanzó antes. "La cuarta noche de travesía recuerdo que veíamos muchas luces detrás nuestra. Le pregunté a mi padre que qué era y me dijo que se trataría del alumbrado de alguna localidad. No era cierto. Se trataba de los tanques italianos. La gente se escondió en el monte. Desde los tanques disparaban con las ametralladoras a todo lo que se movía. Al día siguiente regresamos al camino, una mujer escondida en la cuneta había sido aplastada por los tanques. Ya no tenía sentido seguir adelante, los nacionales habían cortado la carretera de Motril", asegura.

No obstante, la peor parte del camino aun no había llegado para la familia de Natalia. A pesar de que ya no corrían el peligro de ser atacados por el ejército italiano, el camino de vuelta a casa dejó marcadas en su retina "lo peor que una persona puede ver".

"Por la carretera vimos muchos muertos: milicianos ahorcados; una familia entera (el padre miliciano, la madre y tres niños) con tiros en la cabeza; muchos prefirieron suicidarse y dar muerte a su familia antes de caer en manos de los nacionales. Cuando llegamos a Málaga a mucha gente la encerraron en un barco que había en el puerto, y a otros muchos los fusilaron", sentencia Natalia.


Salvador Guzmán, de 85 años, sí consiguió llegar a Almería con su familia. Su padre, José Guzmán, era el primer teniente de alcalde del ayuntamiento de Coín (Málaga), gobernado por una coalición de PCE y PSOE. Su huida arrancó la madrugada del 7 de febrero. En un coche, "similar al Renault 4-L de los 60", la familia del alcalde de la ciudad y la suya emprendieron un largo camino con destino en Almería. En total, diez personas en un coche de 1937.

"Lo primero que se queda en mi retina sucedió nada más salir de Málaga. En un cruce, vi como un hombre le pegó un tiro en la sien a sus dos hijas, después a su mujer y, por último, a él mismo. Fueron los primeros muertos que vi en mi vida pero, desgraciadamente, no fueron los últimos", recuerda para Público Salvador, que asegura que a lo largo de su travesía su vehículo fue objeto de los disparos de los buques del bando franquista el Cervera y el Canarias.

"Los primeros misiles los tiraron a nuestro coche porque pensarían que éramos tropa. Aquello era lo más cercano al infierno que he visto nunca. Conseguimos refugiarnos en un corte de la carretera. Entonces, vimos a unos paisanos de Coín que también huían. Les dijimos que no pasaran, pero no nos hicieron caso. Vimos como su coche reventaba en cientos de pedazos", asegura Salvador.

Cuatro días después, la familia de Salvador consiguió llegar a Almería. Por el camino quedaron cientos de víctimas. "Vimos como abrieron las compuertas de un pantano llevándose a muchísima gente por delante entre gritos de desesperación de sus familiares", recuerda. La llegada a la capital almeriense, no obstante, no puso fin al peligro.

La aviación italiana estaba esperando a los fugitivos. "Los aviones italianos vinieron todas las noches. Bombardeaban el centro de la ciudad donde había miles de refugiados", relata Salvador, que se encontraba refugiada en la casa de unos amigos de la familia. Las noches de bombardeos sobre la capital de Almería serían los últimos que la familia de Salvador pasara unida. Terminada la guerra su padre fue detenido, humillado públicamente y encarcelado. En 1947, fue fusilado.

El bombardeo sobre Almería fue recogido por el doctor canadiense, quien llegó a la ciudad tras cuatro días trasladando enfermos desde Málaga a la ciudad almeriense. "Cuando aquellas 50.000 personas exangües habían llegado al sitio que creían un abrigo seguro, los aeroplanos fascistas, alemanes e italianos, desataron sobre la población un nutrido bombardeo... arrojaron diez bombas en el centro mismo de la ciudad, en la calle principal de Almería, donde, amontonados en el pavimento, dormían exhaustos los refugiados. La calle parecía un degolladero, con los muertos y los agonizantes, alumbrado por las llamas de los edificios que ardían", escribe Norman Bethune en su cuaderno.

La dureza de la imagen y la crueldad del destino de los republicanos que huyeron de Málaga llevó a a Bethune, a los supervivientes y a los historiadores contactados por este diario a pensar que la operación de los ejércitos del bando franquista se trataba de un plan organizado de exterminio. "¿Qué crimen habían cometido estos hombres de la ciudad para ser asesinados de modo tan sangriento?", se pregunta Bethune en la conclusión de sus escritos. "Su único crimen había sido el de votar por un Gobierno del pueblo; moderado paliativo contra la carga aplastante de siglos de codicia del capitalismo", concluye.

MÁS INFORMACIÓN

SOBRE LA BATALLA DE MALAGA:

https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_M%C3%A1laga_%281937%29

SOBRE LA MASACRE DE LA CARRETERA DE ALMERIA

https://es.wikipedia.org/wiki/Masacre_de_la_carretera_M%C3%A1laga-Almer%C3%ADa

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