Pedernales y un drama de la guerra civil.
A comienzos del reciente confinamiento
provocado por la pandemia, el 16 de marzo pasado, se cumplieron diez
años desde el día en que el Palacio Euskalduna acogió un encuentro
público al que fuimos invitados a participar varias personas para
ofrecer nuestras reflexiones acerca de lo que el aquel momento parecía
un proyecto con muchas posibilidades de realizarse, esto es, la creación
de un nuevo museo Guggenheim. La idea era erigirlo a orillas de la ría
de Gernika, comarca de Urdaibai o Busturialdea, en concreto en
Pedernales, municipio de topónimo rebautizado hace pocos años como
Sukarrieta (traducción literal de pedernales)
por el nacionalismo vasco, dado que Sabino Arana Goiri está enterrado
allí y, lógicamente, como cualquier persona de fundamento entiende sin
dificultad, el Fundador no puede yacer para la eternidad en un lugar con
nombre español…
El posible museo se concebía como una
rama derivada del existente en Bilbao con esa marca. Como es sabido, el
proyecto no prosperó. Estos días he pensado en traer aquí el texto de mi
participación en aquella jornada cercana a la primavera del año 2010
porque ahora, en que desde la Dirección del museo se quiere reactivar
aquella idea (el proyecto todavía “está encima de la mesa” dijo
hace unos meses), mis dudas de entonces tendrían otro aspecto y serían
menores. Por supuesto, las condiciones para la creación de una posible
ampliación del museo vasco-neoyorquino en Urdaibai hoy deberían ser
distintas a las que se manejaron en aquel momento.
La colonia escolar marítima |
Sin embargo, tras repasar mi texto leído entonces he decidido no traerlo por ser ya historia antigua (en todo caso, quien lo quiera conocer lo tiene en internet, está en Scribd) para rescatar sólo la parte final del mismo, en la que me salía del guión previsible para recordar un hecho de la guerra civil española a propósito del histórico edificio que se proponía derribar para construir el nuevo museo, caso de que las intenciones institucionales (sobre todo, de la Diputación de Bizkaia, no tanto del Gobierno Vasco) prosperaran. Decía de la siguiente manera:
“La preservación, restauración y
rehabilitación del edificio de Ricardo Bastida es un imperativo
absoluto. Me resulta increíble que esa construcción no tenga ningún
amparo legal. He trabajado durante muchos años en el campo de la
protección de edificios de valor histórico, redactando numerosos
catálogos e inventarios de arquitectura patrimonial de Bizkaia, y desde
ningún punto de vista argumental se entiende que este edificio de 1925
no tenga algún grado de amparo, ni el más bajo cuando de hecho debería
tener el máximo, lo cual me lleva a sospechar de la existencia de alguna
intervención de influencia por parte de la propiedad para que nada
limite la libre disponibilidad del edificio. En absoluto es una obra
menor de Bastida, sino muy al contrario. No existen edificios de esta
tipología arquitectónica en todo Euskadi; un balneario marítimo para
niños/niñas saludables (caso contrario al Sanatorio de Górliz) es una
verdadera rareza en sí mismo; y además éste fue el primero erigido en
España que después resultó imitado por instituciones semejantes a la
Caja de Ahorros Municipal de Bilbao (CAMB).
De otra parte, el edificio testimonia
uno de los avances más importantes de la política social en Bizkaia
durante el siglo XX: el relativo a la salud y el ocio de la infancia, en
donde a los niños se les ‘educó para la libertad’, en el
conocimiento lúdico y en el respeto a las diferencias de los demás,
donde las ‘afinidades’ humanas de los niños se encontraban al margen de
la procedencia social de cada uno -y sólo estos motivos ya serían por sí
suficientes para que un Gobierno socialista lo declarara Bien de
Interés Cultural-, un edificio que dispone de amplios y flexibles
(dormitorios, comedores…) para aulas, talleres, exposiciones o lo que se
requiera, y en donde la vinculación con la Naturaleza y el Paisaje (lo
mismo que ahora se pretende con el museo) fue tenido en cuenta como un
valor sustancial desde su origen. Por otro lado, su conservación no
impediría el levantamiento de un nuevo edificio en esta parcela o en
alguna colindante, con lo cual conservar la ‘casa’ adaptada al nuevo uso
permitiría un ahorro significativo en metros cuadrados de nueva
edificación. Salvemos la memoria, ahorremos costos y construyamos lo que
sea necesario construir con respeto al entorno y a la historia. Tanto
como cualquier otro elemento paisajístico de la zona, el edificio
pertenece a la memoria personal de decenas de miles de que, siendo
niños, pasaron sus veranos en estas Colonias escolares.
Portadilla interior del libro. |
Las imágenes que he estado proyectando en los últimos minutos están extraídas del libro Pedernales,
escrito por Julián Zugazagoitia, periodista, político y escritor
socialista, con un epílogo de Eliseo Migoya, impulsor de la colonia
desde su presidencia en la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao. Migoya,
seguidor de la doctrina social católica derivada de la encíclica ‘Rerum
Novarum’ de León XIII y monárquico, pidió a Zugazagoitia que escribiera
este libro a pesar de que sus diferencias ideológicas eran profundas (en
el momento del encargo, el político vasco estaba desterrado en Santoña
por la Dictadura de Primo de Rivera). El libro está preciosa y
profusamente ilustrado por el pintor Ricardo Arrúe, algunas de cuyas
encantadoras estampas incluyo aquí (ver más abajo).
No he proyectado estas imágenes porque el libro fuera escrito por Zugazagoitia, abuelo de nuestro colega, amigo y director del Museo del Barrio en Nueva York (que lleva su mismo nombre, apellido y cara), ni porque las imágenes de Ramiro Arrúe sean entrañables, ni porque me permitan infiltrar unas fotos que me sacaron a los 10 años con mi hermana y mi madre en la Colonia; no, las he mostrado porque este libro y esa Colonia encierran una micro-historia que es metonímica de la historia del País Vasco, de sus logros y frustraciones, de sus grandezas y miserias, una micro-historia de la que ahora, para este proyecto de museo en Urdaibai, todos deberíamos sacar algunas lecciones. Me explico. Después de haber publicado este libro en 1929 e instaurada la II República, Zugazagoitia resultó elegido Diputado al Congreso desde 1931 y fue nombrado Ministro de Gobernación con el Gobierno de Juan Negrín (mayo 37 – abril 38) y Secretario de Defensa Nacional (mayo 38 a fin de guerra). Migoya, por su parte, fue designado Director General de Deuda Pública, en el Ministerio de Hacienda del primer gobierno franquista tras la guerra, entre 1939 hasta 1941.
Julián Zugazagoitia. |
La trágica coincidencia es que
Zugazagoitia, tras ser detenido en París por la Gestapo, fue deportado a
España, sufrió un juicio militar sumarísimo y murió fusilado en las
tapias del cementerio de la Almudena por el gobierno de Franco en el
cual Migoya era uno de sus altos cargos. En este libro sus autores
estuvieron unidos, uno por sus convicciones católico-sociales y el otro
por su ideario socialista de raíz liberal; sin embargo, diez años más
tarde, tan sólo diez años después, estuvieron trágicamente
separados. Pero el caso es mucho más interesante aún si superamos los
límites del libro y atendemos al proyecto global de la Colonia infantil,
pues vemos que la capacidad de Migoya por aunar voluntades políticas en
torno al proyecto de Pedernales no se limitó al socialismo (que lo
ensalzó en este libro) sino que previamente incluyó al nacionalismo
vasco (que lo hizo viable al facilitar el acceso a los terrenos), ya que
la CAMB tenía en el cercano Portuondo unos terrenos rurales destinados
para la colonia, pero no siendo tan atractivos y saludables como
aconsejaba el proyecto propuso al nacionalista Ramón de la Sota la
compra de la finca de su propiedad donde éste construía una casa, a lo
cual Sota accedió para dotar este servicio a la infancia, vendiendo los
terrenos por un 35% menos del precio solicitado inicialmente“.
Así concluía mi intervención aquel 20 de marzo de 2010, apelando al entendimiento entre las instituciones acerca de un proyecto museístico que podría haber sido muy interesante, a pesar de haberse planteado de pésima manera.
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